jueves, 24 de octubre de 2013

Octubre Misionero

En recuerdo de Manolo Escobar



El querido lector de este guadianesco blog recordará bien al actor y cantante Manolo Escobar en el papel del folclórico Padre Manolo, sobrino del muy cascarrabias Padre Pepe, con quien tuvo que descubrir un enigmático crimen. Verdaderamente todo un argumento que bien podríamos considerar la antítesis de cualquiera de los chestertonianos relatos del Padre Brown. 



Hoy sabemos que Dios lo acaba de llamar a su presencia, precisamente en el octubre misionero, lo que nos recuerda aquel romance de la mora que vino hasta España para bautizarse y que hasta se hizo monja. Decía Isabel Garcés que con esa canción Manolo Escobar se había ganado "una parcela de cielo para toda la eternidad". Que pronto empiece a disfrutarla con su Madrecita María del Carmen, cantando a pleno pulmón y con coro de angelería ¡Que viva España!



sábado, 20 de abril de 2013

El coleccionista de antigüedades


Georges Croegaert (IV)




"...y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón. De aquí proviene precisamente la insatisfacción de algunos, que terminan tristes, sacerdotes tristes, y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades..."
(Francisco I)


P. S.: Querido lector, lo siento mucho, pero hay que estar al día, y ahora lo que toca es oler a oveja.

martes, 9 de abril de 2013

El Anillo del Pescador


Recientemente habrá llamado quizá la atención del querido lector el hecho de que el Santo Padre Francisco haya utilizado dos anillos distintos en las celebraciones y apariciones públicas de los últimos días. Uno de ellos es el dorado que recibió en la Misa de inauguración de pontificado, otro uno de plata, muy sencillo, que parece que ya había usado como cardenal. Como de sigilografía y heráldica eclesiástica este blog tiene un buen asesor en nuestro querido amigo Jesús Miguel González Alonso. A él le pregunté al respecto, y me responde lo que abajo copio, que aclara que la práctica que está siguiendo nuestro flamante papa es de todo punto razonable. 



Lo hemos visto en películas o leído en innumerables relatos: un imponente cardenal Camarlengo, de ademanes refinados que rezuman poder, se inclina sobre el cadáver del Papa y retira de su dedo el mítico Anillo del Pescador, guardándolo acto seguido en una bolsa de terciopelo para su posterior destrucción...

 


Espero que nadie se sienta traicionado si digo que tal escena jamás ha tenido lugar. Generaciones de novelistas mal informados y de periodistas copiándose unos a otros han hecho familiar a católicos y no católicos lo que nunca sucedió en la realidad. Los cambios introducidos en las últimas décadas en las insignias papales han contribuido a embrollar una historia ya de por sí bastante entretenida.

El Anillo del Pescador es un sello. Los Papas, desde la antigüedad, han sellado su correspondencia oficial y privada: Así, se conserva el anillo de Deodato I, que reinó del 615 al 618, con la imagen del Buen Pastor y el Alfa y la Omega tallados en una piedra de escaso valor. Pero en algún momento, acaso en el S. XIII, junto al sello con las armas heráldicas del papa o el usado para las bulas, aparece un anillo con la efigie de San Pedro echando las redes desde una barca, que se estampa en el sello de la correspondencia privada del Papa: “No te escribo bajo el sello de nuestra familia, sino bajo el Anillo del Pescador, que los Romanos Pontífices usan en su correspondencia privada”, le escribe Clemente IV (1265-1268) a un pariente suyo en lo que es la más antigua mención del anillo piscatorio que se conserva. Su aspecto era por lo general ovalado, con la imagen descrita rodeada del nombre del Papa reinante y, en su lado interno, el nombre del Prelado Mayordomo de Su Santidad, el del joyero del palacio Apostólico y el del grabador del anillo. Con Martín V (1417-1431) está acreditado que su uso se extiende a los breves papales dirigidos a cardenales y obispos. Con el tiempo su empleo en la documentación papal ha ido variando.



Pero el Papa nunca llevó este anillo en el dedo: lo custodiaba el Maestro de Cámara. A partir de León X (1513-1531) se inició la práctica de destruirlo a la muerte del Pontífice, junto con los demás sellos de su Cancillería. De rodillas, tras haber consignado el deceso, un Notario de la Cámara recibía del Monseñor Maestro de Cámara el anillo piscatorio, entregándolo de inmediato al Cardenal Camarlengo.

El Papa, como cualquier obispo, usaba a diario un anillo de diseño y riqueza muy variables. Juan XXIII tenía en su dormitorio una copa que contenía varios, entre los cuales elegía cada mañana el que iba a usar aquel día. Exactamente como puede hacer cualquier obispo. Y también, como cualquier obispo a la hora de oficiar de Pontifical, usaba, a excepción del Viernes Santo, un tercer anillo, éste con un resorte que permitía ajustarlo firmemente al dedo en el curso de la Misa, tanto con los guantes litúrgicos como sin ellos.

Hasta donde podemos saber, parece que el anillo piscatorio ha dejado de romperse desde la muerte de Juan XXIII. La razón más probable es que en los siguientes pontificados haya caído en desuso, substituido por una simple estampilla con la imagen del Pescador. Sin embargo, desde la entronización de Benedicto XVI aparentemente ha hecho su reaparición en el dedo del Santo Padre, como una de las insignias que recibe al comienzo de su pontificado. Pero este anillo no es el antiguo anillo piscatorio, es una novedad. Es un anillo papal común, de esos que llamamos "de diario", sólo que diseñado como el antiguo Anillo del Pescador. No es un sello ni se puede usar como tal: ni la imagen ni el nombre del Papa aparecen en negativo. Parece que tras haber despojado a la figura del Papa de las insignias y ornamentos que la caracterizaban (tiara, fanón, subcintorio...) hasta darle la apariencia de un simple arzobispo, alguien ideó este nuevo anillo papal como algo de uso exclusivo del Romano Pontífice. Anillo que, a diferencia por supuesto de los sellos y estampillas, no tiene ningún sentido destruir o inutilizar en ningún momento.



Jesús Miguel González Alonso



jueves, 14 de febrero de 2013

Celebremos, recemos y confiemos.



      
Ante el enorme desconcierto y la tristeza profunda que nos causó la renuncia del Santo Padre, un sacerdote amigo de este blog nos escribió unas líneas que al ayudarnos a comprender tan insólita decisión nos han sosegado y reconfortado. Convencido del bien que su lectura puede hacerle al querido lector, las reproducimos a continuación.

Todo el mundo anda triste y no lo entiendo. El Santo Padre está exhausto y sencillamente no puede cumplir con las onerosísimas obligaciones de su augusto ministerio. Las opciones son pocas:

1) Reducir al mínimo y de manera drástica su presencia pública, así como las audiencias y reuniones privadas. Sería insostenible y dañino, habida cuenta de que la reducción se incrementaría inevitablemente con el paso del tiempo, de manera que en unos meses el papa no haría absolutamente nada. Y con los buenos cuidados y la medicina moderna, esa intolerable situación podría mantenerse tres años o más, con lo que la Iglesia sería gobernada por los eunucos de palacio.

2) Seguir como hasta ahora, desmoronarse rápidamente y morirse en un año, dejando a la Iglesia expectante y alarmada tras un clima de desgobierno y de fin de pontificado que siempre genera intenso malestar y augura infaliblemente la elección de un candidato completamente distinto, como fue el caso de Pío XII, cuya decadencia de los dos últimos años de vida exasperó en grado sumo al colegio cardenalicio y a la Curia, predisponiendo al crispado y rabioso personal a que se eligiera un papa lo más opuesto a Pacelli que se pudo encontrar, preparando así el terreno para el dichoso aggiornamento. Comprendo que podría traerse a colación para rebatir mi tesis el caso de Juan Pablo II, pero respondo diciendo que ese hombre excepcional dejó una impronta tal que habría sido desaconsejable elegir a un sucesor que no honrara su memoria y continuase su legado. Desengañémonos, ése no es el caso de Benedicto XVI, a quien le falta el extraordinario carisma público, los logros espectaculares, el larguísimo y popular pontificado, así como la circunstancia eclesial y sociopolítica de Juan Pablo II. El papa alemán entró con mal pie (nazi, inquisidor, tímido, profesor, zapatos de Prada y la ya sabida retahíla de infamias), anduvo en terreno minado (los espantosos escándalos, clero y religiosos contestatarios, crisis económica, laicismo y anticlericalismo rampantes, Obama, Williamson, el mayordomo hideputa, aborto-contracepción-maricomio y demás abominaciones birlibirlocadas en derechos inalienables) y, a pesar de su trayectoria impecable, se le achaca en muchos círculos clericales de influencia la culpa de todos los males por no haber sabido o querido contemporizar.

3) Renunciar a su cargo, haciendo tabula rasa de los muchos problemas cuya responsabilidad injustamente se le ha endosado, y en cierto modo aceptando ser la víctima expiatoria, promoviendo así una atmósfera de grato y amable recuerdo, abriendo el paso a un nuevo pontífice que no será elegido sin tener en cuenta que Ratzinger está vivo, lo que evitará que nos salga un papa de línea opuesta a la suya, algo que sería casi inevitable en los otros dos casos descritos. Vayamos aún más lejos: el nuevo papa no podrá deshacer lo que ha hecho su predecesor mientras éste siga vivo y silencioso pero tremendamente presente dentro de los muros vaticanos. Llámenlo psicología, cortesía, deferencia, respeto o lo que sea, pero así es y así será.

Por lo tanto, les invito a que celebremos, recemos y confiemos.

martes, 12 de febrero de 2013

Del 13 de mayo al 11 de febrero. Una evocación.





    Uno de mis primeros recuerdos de la infancia es el de mi familia atónita, preocupada y recogida en torno al viejo televisor blanco y negro del office de casa de mis abuelos. Le habían dado un tiro al Santo Padre. Para ellos, la idea de que un papa pudiese morir de ese modo, y además siendo el sucesor de otro que había fallecido repentinamente apenas un mes después de su elección, era completamente desconcertante. Aunque yo era sólo un crío y lógicamente no terminaba de comprender la trascendencia de aquellos acontecimientos, percibía el ambiente de preocupación y rezaba con miedo por el papa convaleciente. Otra remembranza: mi madre, que con mano amorosa me despertaba diciéndome, supongo que a los dos o tres días de aquello, “tranquilo, que no se va a morir”.

    Hasta ahora, aquellos recuerdos habían permanecido almacenados y tapados, ocultos por muchos estratos de emociones y amores al Santo Padre. Ha tenido que hacerlos despertar el shock de ayer por la mañana, porque confieso que en el pozo de tristeza e incredulidad en que quedé sumido, volvían a estar los miedos de aquel niño. De un modo misterioso, un dimisionario Benedicto XVI me trajo a la memoria a un Juan Pablo II que herido se desangraba, y el topo Paoletto al criminal Ali Ağca. Con el tiempo, entendimos por qué todo aquello sucedió precisamente un 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, no me cabe duda de que también con el tiempo entenderemos por qué esta noticia nos la trajo ayer la Virgen de Lourdes, patrona de los enfermos.

    Como ayer todo era nuevo, como lo inimaginable sucedió, me sentí más libre para pensar en reacciones fabulosas y con absoluta ingenuidad creí verosímil que al rato se hubiesen agolpado los cardenales a la puerta del apartamento pontificio y que, de rodillas, le prometerían que para ellos no había más papa que el Papa, e incluso que le hubiesen hecho simbólica donación de sus piernas y brazos aún en cierta forma, para que fuesen sustitutos eficaces de los viejos miembros, doloridos y enfermos, del apóstol Pedro. Pero no pasó nada. Cabe esperar -pues me niego a renunciar a mi ingenuidad y a mundos mejor imaginados- que el mariscal del Cónclave se vea obligado a acudir al Monasterio de Mater Ecclesiae a informar al viejo cardenal Ratzinger de que en todas las papeletas estaba escrito el mismo nombre.

    Ya ve el querido lector que frente a tanto vaticanista experto imaginando ocultísimas razones, este Pomar ha preferido empadronarse en la Arcadia. Acaso como refugio de ensueño contra remordimientos, y es que dijo Nuestro Señor “Si no os volvéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos.” ¿Cómo no sentir algo de desasosiego por no haber rezado para sostener a Pedro con la intensidad que lo hizo hace tantos años aquel niño que fui? Que sea la mano amorosa de Nuestra Madre la que nos tranquilice al despertar.



jueves, 17 de enero de 2013

La bendición de animales en San Antón







Recordará el querido lector que el pasado año, al tratar en uno de estos artículos la fiesta de San Antón en Roma, mencioné, ciertamente un tanto de pasada, como el Rituale Romanum recogía fórmulas de bendición para aves, abejas, ovejas, gusanos de seda, vacas, caballos, etc. Sin embargo, también existió una específica de bendición de animales para el día de su santo patrón, no recogida en aquel libro litúrgico. El origen de la misma resale a cuando el cardenal Próspero Lambertini -futuro Benedicto XIV- siendo arzobispo de Bolonia, ordenó sustituir las variadas fórmulas que a tal efecto utilizaban los sacerdotes de su diócesis por la que los antonianos habían popularizado en Roma, "pues a todos es patente cuánto importa la uniformidad en las Sagradas Ceremonias, sin dejar lugar a que cada uno las invente según su capricho".

Como en 1764, el agustino fray Juan Facundo Raulín tradujo al castellano todas las instrucciones pastorales del cardenal Lambertini, y entre ellas la relativa a la bendición de animales, pronto se difundió dicha fórmula romana entre nosotros, como denota su penetración entre nuestros rituales diocesanos.


BENEDICTIO EQUORUM ET ANIMALIUM, IN DIE SANCTI ANTONII ABBATIS, FACIENDA.


V. Adjutorium nostrum in nomine Domini.  R. Qui fecit coelum et terram. V. Domine, exaudi orationem meam. R. Et clamor meus ad te veniat. V. Dominus vobiscum. R. Et cum spiritu tuo.





Oremus.
Deus refugium nostrum, et virtus, adesto piis Ecclesiae tuae precibus, auctor ipse pietatis, et praesta; ut quod fideliter petimus, efficaciter consequamur. Per Christum Dominum nostrum. R. Amen.




Oremus.
Omnipotens sempiterne Deus, qui gloriosum beatum Antonium variis tentationibus probatum inter mundi hujus turbines illaesum transire fecisti: concede famulis tuis; ut et praeclaro ipsius proficiamus exemplo, et a praesentis vitae periculis ejus meritis et intercessione liberemur. Per Christum Dominum nostrum. R. Amén



Oremus
Benedictionem tuam, Domine, haec animalia accipiant, qua corpore salventur, et ab omni malo per intercessionem beati Antonii liberentur. Per Christum Dominum nostrum. R. Amén.



martes, 15 de enero de 2013

Baltasar Gracián y la nueva catedral de Puerto Príncipe






Comprenderá el querido lector que, tras examinar detenidamente los planos de ese despropósito de catedral antisísmica que pretenden levantar en Puerto Príncipe, me haya venido a la memoria aquello del Padre Gracián.

"No se contenta el ingenio con sola la verdad, como el juicio, sino que aspira a la hermosura. Poco fuera en la arquitectura asegurar firmeza, si no atendiera al ornato."
Agudeza y arte de ingenio (Huesca1648)